Jesús Sánchez: Cantabria para comer y recordar…

Cuando planeo un viaje siempre pienso donde voy a comer. Es por eso que es difícil que viaje a un lugar donde se come mal, o mejor dicho, donde no haya lugares de referencia para comer. Comer mal se come en pocos sitios y depende únicamente del poder de adaptación del individuo al lugar y a la cultura donde viaja, de su curiosidad.

Desde niño me fascinaron los viajes por la posibilidad que representaba comer en lugares diferentes. Hoy en día no comprendo a la gente incapaz de mezclarse, de confundirse entre las gentes del lugar y buscar sus costumbres, y entre sus costumbres sus templos gastronómicos de peregrinación, unos más modestos y otros más selectos. Donde comen, conviven, festejan…la búsqueda de lo auténtico, lo genuino nos hace comprender mejor el viaje o simplemente es , en si, el motivo del viaje.

Si, ya se lo que estáis pensando, que a pesar de la actitud del viaje en ocasiones hay alguna circunstancia externa que influye en el resultado final de nuestra experiencia. Claro que pasa, sin embargo, compensa tanto el éxito, que las experiencias menos placenteras quedan en un segundo término y al final hasta se olvidan. 

Y es que con el tiempo hablaremos de aquel descubrimiento que hicimos en Florencia, un recóndito restaurante lejos de los círculos turísticos, la sorprendente calidad de aquel paladar en La Habana, el mágico escenario de aquella comida japonesa en Osaka, aquel viaje que hicimos a Francia para comer en el reconocido restaurante con tres estrella Michelin. Vendrán también a nuestra memoria los aromas, el bullicio y la excelente cocina de un restaurante chino en Londres y serán motivo de conversación.

 

 

Estaréis de acuerdo conmigo que la cocina es, al margen de discusiones que pretenden elevarla al rango de arte, un importante referente cultural. Comenzar los viajes por visitar los mercados de las ciudades que visitamos es algo que estoy seguro muchos hacéis y que, si no es así, os recomiendo fervientemente. Así nuestra visita a Cantabria debe empezar por uno de sus mercados, las plazas de abastos, aunque también podemos echar un vistazo por alguno de los mercados semanales que recorren toda la provincia.

Uno de los mayores referentes es , sin lugar a dudas el mercado de la Esperanza. En  pleno centro de la ciudad, Santander, podemos perdernos en la primera planta entre frutas, verduras, carnes, quesos, embutidos…para echar un vistazo luego por la planta baja donde encontraremos pescados y mariscos, y el reclamo propio de cada pescadería intentando captar nuestra atención. Podemos escuchar ofertas…y hasta, porqué no, piropos.

 

 

Al mercado hay que ir a hora temprana y tomar un café en el entorno, es una buena manera de empezar nuestro viaje, después seguro, y antes de comer, tendremos la cita con el museo, las actividades culturales.

Si en nuestro viaje a Cantabria hemos programado una Visita al valle de Liébana hay que tener en cuenta que todos los lunes se celebra el mercado semanal en la Villa. Y así será para cualquier destino que elijamos.

Cantabria representa en esencia un reclamo gastronómico de primer orden. Por su diversidad, su riqueza productiva y el buen hacer de sus gentes. Acertar en la elección es fácil, descubrir rincones sorprendentes donde, de manera tradicional, se elaboran recetas ancestrales, esta al alcance de muchos a poca información que sepan recabar. 

 

 

Degustar una cocina tradicional excelentemente ejecutada, dejarse seducir por el producto en estado puro, encontrar lugares de tendencia que nos harán creer que estamos en Londres o Manhattan, disfrutar de un recorrido de tapas por el centro urbano de sus ciudades, probar las creaciones de los cocineros  que apuestan por una culinaria de corte creativo. Volveremos cargados de recuerdos y aromas porqué Cantabria es para saborearla, para comer y recordar. 

17/01/2013Sin categoría3 min

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