Hay mucha vida más allá de la nieve…. por Enrique Munárriz

A ambos lados de la carretera que conduce al corazón natural de Cantabria se arremolinan los bosques de hayedos, dispuestos, una vez más, para un invierno frío hasta el extremo. Zigzagueantes caminos de asfalto, perturbadores rayas que peinan con cierto descaro la naturaleza, vaivenes que, sin dejarse tentar por los desvíos que conducen a la costa, llevan al nacimiento del río Ebro, a la pequeña localidad de Fontibre

 

La aldea es un bello entramado de casitas de piedra, tejados de roja teja y ventanas remachadas en madera, que se apilan como si quisiesen abrazarse así para pasar el invierno. Todas buscan la caricia del llanto infantil del recién nacido Ebro. Suave, delicado, con su murmullo de nana. De ahí que las balconadas teñidas de verde, azul… busquen cualquier excusa para mirar, aunque sea de refilón, esas primeras aguas.

La naturaleza aquí resulta entrañable, próxima; no sobrecoge, tranquiliza. A menudo tamizado por la niebla, a menudo rediseñado por la nieve, siempre pintado por una amplia variedad de verdes, siempre salpicado por vacas y caballos que indican la aún saludable vida ganadera, Campoo esconde muchos más secretos que la nieve, ese manto blanco que caprichosamente, siempre a su antojo, sirve de colchón para deslizarse por la áspera piel de las montañas.  

 

 

Tiene parques preciosos por los que pasear, un buen restaurante donde poder comer la cocina tradicional cántabra (Restaurante Fontibre) y un bello hotelito en el que aún es posible desconectar de la civilización (la Posada Rural Fontibre). Dirección a Palencia, el camino deja atrás el castillo de Argüeso, a nueve kilómetros de Reinosa, una construcción de los siglos XII y XIV, restaurado, con esmero y mucha artesanía (un padre carpintero y sus dos hijos se han dedicado durante años a llenar de sentido, y de madera, la fortaleza, que perteneció a don Diego de Mendoza, famoso ahora en todo el país porla serie Isabel).

Desde Fontibre la carretera serpentea entre montañas y valles mostrando hermosos parajes del mundo rural. Hay que hacer dos paradas: Retortillo y Nestares. En Retortillo, junto a las excavaciones arqueológicas de la ciudad romana de Julióbriga, se ha realizado una curiosa reconstrucción de una domus (casa romana), con su cocina, comedor y dormitorio. En el mismo momento que llegas, se asoma otra de las joyas arquitectónicas cántabras, la Iglesia de Santa María. Fue construida en el siglo XI y lo que hoy aún se conserva son varias piezas decorativas del cercano románico palentino. Ya en el exterior se ve un tímpano muy laborioso y un campanario al que se accede por una vertiginosa escalera de piedra.

 

 

Los amantes del golf tienen su templo en Nestares, con precios asequibles para jugar unos hoyos. Cuenta con 18 hoyos, adecuados a las características del entorno natural, y su par es 72. Actualmente, existen unas ofertas excepcionales para los aficionados de dar unos golpes.  También se puede ir solo a probar su deliciosa gastronomía.

 

La Cantabria de interior, de los valles, ríos y embalses de la zona de Campoo, regresa de nuevo al lugar donde surgió esta ruta, a Fontibre. A los paseos entre hayedos, a los amaneceres bajo una tenue luz invernal y a las noches melosas envueltos en la lumbre tendenciosa de una chimenea.

 

 

 

 

 

09/01/2013Sin categoría3 min

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