La larva «crisopa alucinante de Diógenes», descubierta en el yacimiento cántabro, permite desentrañar los misterios de la evolución de los invertebrados terrestres

El director general de Turismo, Francisco Agudo, presentó ayer, junto con tres investigadores, un estudio que, gracias a una pieza de ámbar descubierta en el yacimiento de El Soplao en 2008, presenta una larva de 110 millones de años cubierta de vegetales como la evidencia de camuflaje en insectos más antigua conocida hasta ahora.

«El Soplao es una cueva viva, con muchas posibilidades, y en la que aún quedan muchas cosas por descubrir», aseguró Agudo, quien hizo hincapié en la doble vertiente de ésta, refiriéndose al interés turístico y científico de la cueva.

Asimismo, el director general añadió que este nuevo descubrimiento «es una muestra más del interés que el Gobierno de Cantabria tiene por consolidar la línea científica y los trabajos de investigación en El Soplao».

El yacimiento de El Soplao colabora con distintos centros, entre los que se encuentran la Universidad de Cantabria, la Universidad de Almería, la Universidad de Barcelona, y el Instituto Geológico y Minero de España.

Los investigadores que asistieron a la presentación, coautores del estudio, fueron Ricardo Pérez de la Fuente y Xavier Delclòs, del Departamento de Estratigrafía, Paleontología y Geociencias Marinas de la Universidad de Barcelona, y Enrique Peñalver, del Museo Geominero del Instituto Geológico y Minero de España.

Además de ellos, Mariela Speranza, Carmen Ascaso y Jacek Wierzchos, del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, y Michael S. Engel, de la Universidad de Kansas (EE.UU.) firman el estudio que publica la última edición de la revista Proceeding of the National Academy of Science (PNAS), una de las tres revistas de ciencia más prestigiosas del mundo.

El fósil encontrado en El Soplao, de unos cuatro milímetros de longitud, es una larva depredadora del grupo de los neurópteros que aparece recubierta por una maraña de pequeños filamentos de origen vegetal recolectados con sus mandíbulas con el fin de confundirse así con el entorno.

Este tipo de comportamiento, llamado transporte de basura (o trash-carrying), sirve como estrategia de supervivencia, así como para hacer de depredador, ya que esta especie se alimenta de otros organismos vivos.

La especie fósil, afín a las actuales crisopas verdes,representa un nuevo género que ha sido denominadocrisopa alucinante de Diógenes (Hallucinochrysa diogenesi), en alusión a su apariencia sorprendente y al síndrome de Diógenes, una patología que afecta a algunas personas, que acumulan basura de manera compulsiva.

«Es un registro único» y «es muy poco probable que vaya a aparecer algo similar», destacó Ricardo Pérez de la Fuente.

Las larvas actuales de crisopas verdes acumulan restos vegetales o animales de todo tipo y los retienen mediante unos pequeños muñones con pelos que tienen en el dorso. Por el contrario, la Hallucinochrysadiogenesi, de aspecto único y distinto al de las crisopas verdes de nuestros días, mostraba largos túbulos con abundantes pelos terminados en forma de trompeta que actuaban a modo de ancla. Toda esta estructura, desconocida hasta ahora para la ciencia, formaba una cestilla dorsal que retenía la basura e impedía que se desprendiera al moverse la larva.

Enrique Peñalver ha señalado la importancia de las implicaciones que tiene esta larva a nivel evolutivo y para conocer cómo han evolucionado los comportamientos en los animales a lo largo de cientos de millones de años.

«Afortunadamente, esta larva está proporcionando una visión directa de cómo era un comportamiento que hoy en día se da mucho en ciertos insectos, pero del que no había ningún rastro en el registro fósil», añadió.

El camuflaje más antiguo en el mundo de los insectos

En opinión de los autores, «la Hallucinochrysadiogenesi muestra que el comportamiento del camuflaje y sus adaptaciones morfológicas relacionadas aparecieron de forma muy temprana en los insectos, ya en la época de los dinosaurios».

Otro dato excepcional del estudio es que refleja una estrecha relación ancestral planta-insecto ¿posiblemente un ejemplo de mutualismo¿, ya que la larva depredadora libraba de plagas al helecho mientras que este constituía su hábitat y le aportaba la basura protectora: es decir, ambos organismos habrían obtenido un beneficio mutuo.

En un escenario cretácico en el que los bosques resiníferos de la antigua península Ibérica ¿entonces una isla¿ eran asolados por grandes incendios forestales, esta larva recolectó su basura a partir de un tipo de helecho que crecía abundantemente tras el paso del fuego.

El carácter científico de El Soplao

El yacimiento de El Soplao, donde se ha producido el hallazgo, es el más extenso y rico en ámbar de la era mesozoica en Europa.

Además, se ha revelado como uno de los grandes referentes actuales para desentrañar los misterios de la evolución de los invertebrados terrestres y conocer cómo eran los ecosistemas boscosos de hace 110 millones de años.

El presente estudio, que se enmarca dentro de las investigaciones del grupo AMBARES (Ámbares de España), ha sido posible gracias a la colaboración de la Cueva de El Soplao, de SIEC S. A. y del Gobierno de Cantabria, y ha sido financiado con fondos gubernamentales autonómicos, españoles y norteamericanos.

11/12/2012Noticias4 min

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